Miguel Manzano
¿CANTAN HOY LOS NIÑOS? (Excursus-Vida de Músico tramo I)
Miguel Manzano
      El repaso a mi memoria que he realizado para que afloraran todos estos recuerdos musicales de mi infancia me ha suscitado unas cuantas preguntas que nunca hasta ahora se me habían planteado con tanta claridad. Voy a formularlas aquí como final de este tramo.
¿Cantaban los niños y niñas de antes más que los de ahora? Situemos el ‘antes’ desde 1950 hacia atrás. Para mí, la respuesta es evidente: sí. Pero no la deduzco de lo que he contado en este capítulo, porque creo que Torresmenudas era, en cuanto a la actividad cantora infantil, un caso especial, en el cual tuvo mucha parte el cura, muy cantor, y el maestro y maestra, ambos también muy cantores.
       Dejando, pues, a un lado la escuela y la iglesia, yo me pregunto en general si los niños y niñas de antes cantaban más que los de ahora. Y mi respuesta es que sí. La prueba es bien simple y está bien documentada. Desde hace más de 50 años se vienen recopilando cancioneros infantiles. El primero, que tiene como autor a Sixto Córdova y Oña, recoge en sus páginas nada menos que 556 canciones en castellano. El repertorio infantil recogido en el Cancionero de Burgos por la década de 1990 todavía recoge 452 canciones. Pero la gran diferencia entre ambos es que el segundo fue cantado, salvo una docena de canciones, por abuelas y madres, mientras que Sixto Córdova atestigua que lo recogió directamente de labios ‘de las niñas’. El testimonio de que niñas y niños ya no cantan es unánime entre quienes nos hemos dedicado a recoger canciones tradicionales. Pero además es un hecho conocido y con frecuencia comentado por los mayores. La canción infantil ha desaparecido del escenario donde antes se escuchaba, mezclada con juegos como el corro y la comba. Este escenario era el patio de recreo de la escuela, la plaza o las plazas del pueblo o de la ciudad, los rincones y espacios donde los niños y niñas se podían reunir a jugar, cuando se jugaba en la calle. En ninguno de esos lugares se escuchan ya canciones.
       Pero hay otro aspecto muy importante: la canción infantil, el cancionero infantil era, sobre todo y casi exclusivamente, el cancionero de las niñas. Los niños no cantábamos: o andábamos a nuestros juegos, o nos quedábamos mirando y escuchando a las niñas, o de vez en cuando nos entreteníamos en molestarlas, como se dice en el texto de algunas canciones. Poco a poco, durante las décadas últimas del pasado siglo, las canciones de las niñas experimentaron un cambio muy profundo: pasaron en general de ser canciones a ser solamente sonsonetes rítmicos para jugar a la goma o para echar suertes. Nada o casi nada de canción melódica. Ha desaparecido por completo. Los cambios sociales han obrado profundos cambios en el cancionero infantil, primero en su transformación y finalmente en su desaparición. El mundo infantil es hoy un mundo mudo en canciones, en músicas.
       Y podemos hacernos todavía otra pregunta más desconcertante. Si desde hace ya cuarenta años la formación musical es obligatoria en cierta etapa de la enseñanza escolar, ¿no tendría que notarse en los niños y en las niñas de hoy, y también en los que lo fueron desde hace cuatro décadas para acá, una mayor afición a cantar, un bloque de canciones que todo el mundo sabría de memoria, una costumbre de cantar colectivamente siempre que se ofrece la ocasión? La respuesta es bien clara: sí debería notarse que ha subido de nivel la educación en el canto, la costumbre de cantar, el conocimiento de un repertorio común de canciones, pero no se nota en nada. Señal inequívoca de que la asignatura música en las escuelas no ha dado los frutos que se esperaban: una mayor afición al canto y a la música en general, y una iniciación a los instrumentos que despierte dedicaciones profesionales en quienes tengan cualidades.
       Pero hay algo más grave: además de cantar menos, colectivamente la gente canta  cada vez peor. Un ejemplo de lo más evidente, por diario, son los cantos que se escuchan en el fútbol. Una multitud entera que es incapaz de cantar afinado, ni siquiera el himno del equipo, aunque suene por la megafonía. La canción colectiva es hoy un desastre. El pueblo como colectivo demuestra ser un analfabeto a la hora de entonar una canción. Ni siquiera cuando un público, joven o no tan joven, corea en un concierto multitudinario a los ídolos de la canción. Como mucho hay un run-rún por lo bajo que acierta un poco con la melodía. Pero el colectivo es un desastre.
El oído musical colectivo se ha perdido en nuestro país. ¿Qué ha pasado?

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