Miguel Manzano
LOS ABUELOS NO CANTABAN A CORO
MIGUEL MANZANO

 Ja, ja, ja, ja...! El título es el comentario que los puristas dejan caer cuando escuchan en versión coral una canción popular tradicional. La carcajada es mía. Me la provoca esta sentencia cada vez que la escucho o la leo. 
Los puristas que se ocupan en diferentes afanes alrededor de la canción popular tradicional se dividen en tres especies: contemplativos, teóricos y activos. Los contemplativos son los que se quedan mudos de placer ante las canciones y los toques de música tradicional. Los teóricos, por otro nombre musicántropos, merodean por las aulas universitarias, al rebufo de los titulares de cátedras de etnografía, etnología, antropología, etnomusicología y otras gías similares, a ver si les cae algún cargucho. Y los puristas activos son los que cantan como el abuelo, tocan como el abuelo, si hay que bailar bailan como el abuelo, visten como el abuelo, y hablan imitando al abuelo cuando cuentan los cuentos que contaba el abuelo.
Estos últimos se presentan en dos variantes. Los hay nostálgicos, que se mueven por sincero amor a las cosas, tratando de que no se acabe de extinguir un pasado que tuvo indudables valores y riquezas. Pero también los hay espabilados, que venden muy bien lo que aprendieron del abuelo, y en premio a su labor recuperadora, ahora que los abuelos de antes van desapareciendo, piden por un solo recital-espectáculo, en el que conservan como en una urna del tiempo lo que hacía el abuelo, más de lo que el abuelo recibió en toda su vida, si es que el abuelo cobró alguna vez algo por contar, cantar, tocar, bailar o vestir.
Aunque estas sean definiciones como de manual y exijan ulterior explicación, bastan para que quede claro que cuando un purista de cualquiera de las tres especies dice que los abuelos no cantaban a coro es para partirse el pecho a reír. Porque vamos a ver: ¿Los abuelos no cantaban a coro? Distingamos para aclararnos. Si por cantar a coro se entiende cantar muchos a la vez la misma canción, ¡vaya si los abuelos y las abuelas cantaban a coro! Mucho más que nosotros. Cantaban las rondas y las tonadas, unas veces todos juntos, y otras respondiendo con el estribillo colectivo a la voz de un buen cantor solista. Cantaban para animar el baile en la misma forma, coreando los estribillos que todo el mundo conocía, y dejando a las buenas voces que se lucieran en las estrofas. Cantaban en grupo para animarse y aguantar los trabajos duros y monótonos. Cantaban en los banquetes de boda. Cantaban en pandilla (y todavía cantan, por suerte, en algunos lugares) en las bodegas y cocinas, después de haber merendado como es de ley. Cantaban los días de fiesta los cánticos religiosos en la iglesia y por las calles, ¡todo un pueblo cantando a voz unánime, mujeres y hombres, ancianos, padres y niños, tres generaciones a la vez! Vale –te corta el purista–, si yo tampoco estoy de acuerdo con los del folk, que ya sé que están echando a perder la autenticidad y la pureza del canto tradicional. Lo que digo es que los abuelos no cantaban a varias voces, en plan coral, como canta un orfeón. Lo que afirmo es que las polifonías corales desnaturalizan y desfiguran y maltratan los cantos tradicionales.
Me conformo ahora con media sonrisa, en vez de la carcajada, al tiempo que trato de recordar a mi contralocutor lo que parece que está olvidando, a pesar de ser un hecho bien conocido: que nuestros mayores cantaban también a varias voces siempre que podían. Porque la costumbre de cantar el dúo, y a menudo más voces, por encima o por debajo de la voz principal, es una forma coral básica y elemental, practicada desde siempre en el canto popular, y raro es el cancionero o recopilación sonora que no da fe de ella. Y además porque lo cierto, lo que hay por debajo de estos hechos, es que el canto a varias voces siempre ha subyugado y atraído a los cantores tradicionales, que lo ven con respeto, con cierta sana envidia, y lo imitan siempre que pueden. No, no, –se inquieta el purista–, si lo que yo quiero decir es que cuando un músico mete la mano en una canción tradicional, la deja que no hay quien la conozca, y encima se cree que ha convertido una tontería en una obra de arte.
Esta salida de tono ya termina con mi sonrisa, porque roza el disparate. Que un canto tradicional puede ser tratado sin menoscabo de su belleza musical con armonías corales e instrumentales es un hecho evidente, repetido desde hace siglos. Y que tal práctica no es una incongruencia ni una falta de respeto al documento original tomado de la tradición oral, es algo admitido sin discusión. Meditar sobre una melodía escogida, buscar su entraña melódica y rítmica más honda, y organizar los sonidos para que la belleza del tema quede enmarcada en un ámbito que ponga de relieve el valor que ya tenía, es una práctica a la que se han entregado músicos de toda cultura y tiempo. Y decir que es una falta de respeto a una canción popular esta práctica secular, que tantas obras maestras ha dado a la música, y tanto ha contribuido a recuperar y a difundir la memoria del canto popular tradicional, demuestra una ignorancia muy grande. Lo que nunca hay que fabricar alrededor de la canción tradicional, ni de ningún otro tema musical, son vulgaridades, tópicos, tratamientos faltos de imaginación, que oculten la línea melódica de una canción o envilezcan el contexto sonoro que la acompaña. Por la cara que pone el pureta al escuchar esto, veo que no queda convencido. Se ha callado de momento, pero mañana volverá erre que erre. Pero lo sorprendente es que en lugar de mirar con antiojeras de abuelo lo que otros hacen, no dedique algún tiempo a resolver las contradicciones en que anda metido sin aclararse. Como por ejemplo, si tiene algún sentido recuperar miméticamente un pasado musical y un entorno etnográfico a punto de extinción. O si va acorde con lo auténtico llevar al escenario trozos sueltos de la vida de antaño y adornarlos con músicas de fondo cantadas al estilo paisano. O si da una idea fiel de la realidad de antaño, o más bien la deforma, reproducir sólo unas cuantas músicas, cuando en la tradición de antaño sonaban miles y miles. O en suma, si no está en contradicción con la búsqueda de la tradición pura cantar, tocar y bailar en un tiempo, lugar y función diferente de la que le era propia a cada música.
Corolario en forma de pregunta: ¿No sería mucho mejor que cada quien, sea cual fuere la idea que tenga, trabaje para hacer bien, muy bien, lo que sabe y quiere hacer y quiere comunicar a los otros, que mirar a ver si pilla en algún renuncio a los que tratan de hacer bien lo que saben hacer y les gusta hacer, y les gusta a otros? Post data. Para otro día trataremos de explicar en qué se parece la música celta a lo que cantaban y tocaban los celtas. Aunque lo vamos a tener crudo para encontrar alguna grabación sonora del primer milenio a. C. o se canta a coro es ahora, porque lo poco que va quedando de la canción tradicional, lo que los cantantes y grupos folk suelen llevar a los tablados y escenarios, siempre es canción a solo o casi a solo: un cantor, o dos o tres, disparando decibelios hacia el respetable público, que soporta pacientemente esas manifestaciones culturales tradicionales rurales musicales vocales–instrumentales. Nada que ver entre el estruendo y el canto colectivo, porque los decibelios mal administrados y manipulados casi siempre ensordecen, mientras que el canto colectivo emociona.

Los abuelos